El domo, la alberca techada, los manubrios de la noche
enfilados hacia la quietud, un manuscrito el cielo,
lentas estrellas puestas a secar
sobre el papel,
no estábamos solos, personajes de otros cuentos
asomaban, y no fue que no viéramos
el cielo, quedaba a nuestros pies, indiferente, era
el cielo, ahí abajo, descansábamos, considerábamos
nadar a media noche, abrir las cremalleras del agua,
agua negra, petróleo
donde ardían las estrellas, cerrarlas tras nosotros, pero
las risas, los rüidos, lo que parece venir de
dimensiones paralelas,
mundos separados por puertas giratorias,
minimercados abiertos
las 24, los cuartos con números aciagos, vacíos, perturbadores,
consultorios donde se deslee el tarot
de la música ambiental, no somos sino
una tribu diezmada, tú y yo, orando bajo el árbol perfecto
de la lluvia, porque no llovía, pero era muy probable,
faltaba sólo el fuego, una hoguera encendida o
alimentada por mis manos, luego nada, ni una señal
de la tormenta, los truenos provenían de un televisor cercano, y yo te amaba,
completaba se el dibujo sobre el agua, bellas formas en presencia
de bellas formas, que imaginaban entrar en la materia
deshilada, descender, hundirse más allá
de lo probable, el aire cerrándose
allá arriba, bella del aire, escucha, onomatopeyas silenciosas
las burbujas, y nosotros, alcanzando el mar, su rutina,
quijadas mordisqueando el cadáver del mundo,
igual que hace un par de horas, tú y yo, alimentándonos
de peces, de frente
a la playa, sobre la mesa, sal
esparcida y conchas deshabitadas, ya
vacías, nuestras manos,
llenándose de cangrejos, nuestras manos, pero
descendiendo,
bella del mar, recuerda, desapareciendo
todo, alrededor otros rüidos,
cruzaban la puerta de regreso, girando
más allá de lo probable,
ficciones que nos inventamos, voy a donde vayas,
personajes.
Automedicarse:
azar de las pastillas
que curan lo mismo
que el azúcar, los abrazos,
lo mismo y tal:
más
o menos, como
el ánimo de beber la cicuta, si el veneno nos sanara,
de beber leche entera, si los dientes,
de beber hasta el fondo, si es que duele como para
adelantar la fuga,
¿dónde, que más valgas?, ¿a raíz
de qué?, si
lo supiera no viniera a cuento, aquí y a estas horas:
luego del auscultaje: palpar acá
acá y
listo,
el diagnóstico: no mire ahora
pero el dolor lo tiene a usted
rodeado, gatillero a sueldo de su cuerpo, sicario de vos,
está por todas partes,
y hagan sus
apuestas, lado derecho versus lado izquierdo,
Hiroshima versus Nagazaki
Cámelot versus Ávalon,
¿cuál conspira en este instante y contra quién?,
¿cuál es la medida de
sus aspiraciones?, pastillero de lunes a domingo,
los vendajes, las plantillas, las muletas,
la radiación, los implantes, las recetas
escritas para vaya a saber el diablo qué lector, la
terapia física, síquica, de grupo, de fondo, de
vuelta a la isla, mami, de donde nunca debiste
haber salido,
dijo el matón a la mujerzuela cuando ésta caía
por el cubo de la escalera,
y luego la entablillada, el collarín, los cabestrillos,
blanco sobre negro, escayola sobre
senos y costillas, de esas de las que ni Dios
recuperaría la imagen de Eva, todo pues,
pues todo
se desgasta, se contrae, re-
nuncia, se quiebra, se perfora, se orilla,
se rinde ante
la evidencia: eterno nadie, y
sacamos las recetas, sentimos cercana la cadencia
de un danzón de batas blancas y olor a
desinfectantes,
mejor
quedarse,
respirar, según antiguas culturas,
el mejor remedio, respirar, para el dolor
que agudiza debajo,
que fermenta, qué remedio
este que nos falta ahora
y en la hora,
tomar algo, lo que fuere, pero a fondo, lamer la cuchara,
tragar hasta
la última pastilla, surtir siempre como para
un batallón de leprosos, beberse un tonel
de suspensión, inyecciones en la vena, dosis para
curarle la migraña a un elefante, vivirse,
en suma, revivirse, reavivarse, resarcirse, ser más
dueño de su cuerpo, del propio, aferrarse,
estar vivo (que, según es dicho, es un estado antinatural
que se cura sólo con la muerte),
encontrar la cura en el daño, similia similibus curantur,
homeopatías, placebos, sugerencias
del chef:
seremos el que abra puertitas, alacenas, botiquines,
cajas de herramientas, cajoneras, busque
detrás de blisters ya caducos
la sombra de un bien
que se ve lejos, y ni que
decir, que de consultas ya estamos hasta
el gorro, de salas en las que el más pintado desespera,
del alópata que te mira desde el limbo,
mejor la cama, ésta sin citas ni secres ni
peso ni medida ni historial,
baja ya por la garganta la leve
unción, a-
leve picadura,
el dulce consuelo de sanar, curar se,
como el suicida,
por mano propia, manutención y símbolo, la mano,
que si la cuerda, que
si el hacha y, para el caso de sanar (todo viene al caso
en esta hora aciaga), que si
las serpentinas, el baile, los sombreros.
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