Hiram Barrios
Tras el boom latinoamericano devino una etapa signada por la urgencia, la concisión y la diversidad. Frente a las pretensiones totalizadoras de la novela, el “gran género” por excelencia, resurgen los discursos fragmentados que relativizan la experiencia: el cuento mínimo, la ficción súbita. El razonar poético se asoman desde la parquedad para arrostrar las aspiraciones de la obra ingente.
El discurso de disecciona, se contrae, se hibrida… Una nueva estética comienza a ganar terreno, subrepticiamente. Fas formas basadas en la brevedad se asientan como uno de los ideales creativos del momento y auguran un nuevo boom en las letras hispánicas.
De este modo, el microrrelato, la prosa poética y las ficciones breves han arraigado notoriamente en suelo latinoamericano; el haiku o el aforismo; por otra parte, apuntalan una extraordinaria revivificación en la península ibérica. Y aunque en ambos puntos del Atlántico se conocen estos formatos de la literatura breve, la popularidad (y la aceptación) de su práctica no es del todo equiparable.
El caso del aforismo español es ejemplar: editoriales dedicadas ex profeso a difundirlo, numerosos compendios antológicos, distintos concursos y estudios publicados en los últimos años anuncian un giro que no han pasado inadvertido a la crítica. Para Paulo Gatica Cote incluso “Empieza a convertirse en un lugar común destacar la creciente visibilidad del aforismo”, enumerando dichas evidencias, por demás insoslayables.
La profusión podría señalar un fenómeno aislado (una “burbuja aforística”, como se ha sugerido), sin embargo, una mirada a otras tradiciones europeas —como la italiana, la inglesa o la alemana— permite vislumbrar un resurgimiento paulatino.
En éstas es patente el incremento de autores, obras y público que gustan de la escritura aforística, aunque no siempre sea posible el parangón en términos cuantitativos: España supera por mucho a sus congéneres, pero incluso en las demás tradiciones hispánicas comienza a trazarse el panorama de este renacer aforístico.
Así, México atraviesa un proceso de normalización que, sin bien no ha sido tan sostenido ni tan visible como en España, depara una pronta regulación. Tres razones, que aquí resumo, me orillan a la conjetura:
1. Apertura editorial
En la década de los noventa Verdehalago inauguró la primera colección de textos aforísticos del país, una apuesta que modestamente ha sido continuada por distintas empresas dedicadas al libro.
El aforismo ha ganado espacios en los catálogos de editoriales independientes (Ediciones del Ermitaño, Arlequín, Almadía, Cuadrivio, Avispero o Ediciones y Punto), fondos editoriales estatales (Fondo Editorial del Estado de México, ejemplo), así como en los de distintas universidades que empiezan a integrarlo en sus acervos (Universidad Nacional Autónoma de México, Universidad Autónoma Metropolitana, Universidad Autónoma de Chihuahua o Universidad Autónoma de Baja California).
Los números, por otra parte, corroboran el incremento: así, por ejemplo, tan sólo he podido consultar una veintena de títulos publicados en México en la década de 1990. Pero entre los años 2000 y 2018 se ha publicado una cantidad aproximada de setenta títulos de aforismos, o de una marcada inclinación aforística. Mención aparte merecen los numerosos sitios en red, como revistas, gacetas, suplementos digitales, o bien, los servicios de microblogging que también han acogido esta escritura.
2. Consolidación del aforista
Hasta hace no mucho la práctica del aforismo consistía, las más de las veces, en un ejercicio de ocasión, un hallazgo al que se arribaba incidentalmente y sin mucho ánimo de integrarlo al corpus de las obras consideradas importantes. Las últimas décadas atestiguan un cambio del paradigma con la aparición del aforista, el creador que hace del aforismo una vía preferente, cuando no exclusiva de comunicación.Se trata de creadores que cuentan con una sólida carrera que incluye premios o reconocimientos a su obra, como Benjamín Barajas o Gabriel Trujillo Muñoz.
O bien, que cuentan con varias publicaciones al respecto, como Raúl Aceves o Armando González Torres; o quienes, hasta el momento, sólo se han expresado con esta modalidad de escritura, como Federico Fabregat o Erik Nolasco. Algunos aforistas han destacado, ya en la poesía, ya en el ensayo, y este cruce entre lo ensayístico y lo poético ha dejado referencias ineludibles en el aforismo mexicano actual. Hay, en este momento, al menos una veintena de aforistas mexicanos en activo.
3. Reconocimiento genérico
Si bien es cierto que el aforismo no ha podido integrarse plenamente en los estudios literarios, se cuentan con antecedentes que permiten conocerlo y, sobre todo, empezar a reconocerlo en el panorama mexicano.
Pioneras en el estudio del aforismo como género discursivo, Irma Munguía y Gilda Rocha Romero, elaboraron la antología Aforismos (Una selección libre) (1992) y el Diccionario antológico de aforismos (2007), que permite un deslinde del género, al tiempo que ofrece una ubicación en la historia de las letras universales.
Se deben a Javier Perucho (quien prepara, además, El aforismo en México. Historia y antología) valiosos ensayos, prólogos y rescates literarios que han sido la piedra de toque para las investigaciones al respecto; la reciente publicación de Lapidario. Antología del aforismo mexicano (1869-2014) (compilación de Hiram Barrios, 2015) da cuenta, por otra parte, de un centenar de voces que practicaron el género en un periodo aproximado de siglo y medio.
Estas primeras inquisiciones han logrado un cometido: una sensibilización en torno al renacer de un género considerado en desuso. Aún hay mucho por hacerse. Acaso estas palabras sirvan para continuar con el diálogo.