Karen Vizcarra Madrigal
Arriba las manos
Mientras los esfuerzos sigan enfocados en lo cibernético, yo seguiré aumentando la cifra anual de asaltar bancos. Es un buen negocio cuando todos creen que ya no existen.
Cambios de vía
Para mí ha sido como cambiar las vías del tren, yo me dedicaba a eso de chica. Robábamos trenes mis hermanas y yo. A mí me tocaba hacer los cambios de vía para que el tren tuviera que parar en seco.
El miedo es el mejor aliado en estas andadas y, ahora que vivo en la Ciudad, no me ha dejado abajo. Lo nombro y la gente se arrodilla, me avienta sus carteras, las llaves de la caja fuerte.
Es fácil, fue sólo un cambio de vida.
Se ve fácil
Ahora lo único que robamos son los cigarros de la prójima.
Ahora alguien me cambió la vía.
¿O me la habré cambiado yo solita?
Que la Virgen me perdone si sí.
La Sierra
La Sierra no da ni quita, pues. Da lo necesario como para nunca irse: aire fresco, agua buena, suelo fértil.
Lo único que se le despoja a una es el Apellido. Las peleas milenarias de los ancestros contra otros Apellidos.
Las venganzas se pagan con la vida de una. Y pues por eso me fui.
La Sierra da y las balas quitan.
Oficio
Ganadera.
Minera.
Prófuga de la Justicia.
Pocas son las cosas que se pueden hacer cuando se porta el sombrero, pues.
Lo que me gustaría ser a mí es jueza, algún oficio que pueda llevarme a la Ciudad si es necesario.
No importa que tenga que ir de pueblo en pueblo o que tenga que trabajar de sol a sol.
El único problema es que sólo puede haber un juez por región.
Podría darle un balazo al juez de la mía, pero resulta ser que próximamente será mi suegro.
Casa
De día me la llevo a cualquier mandado apuntando hacia abajo, para enfriarme la espalda.
Te voy a decir que nunca la he usado para quitar la vida, pero sí para defender la mía. Aquí ya namás la saco de pura costumbre. Para que combine con mis botines cafés y mi tejana gris clarito. Ni un tono más, ni un tono de otro.
Lo bueno es que ya no me tengo que andar cuidando las espaldas. Ahora hasta manejo un carro y me entretengo en ir al Otro Lado a echarle dólares a mi cuenta de allá.
Me preocupan otras cosas pues. Como que ahora ya voy viendo esto de vivir, es decir, eso de nomás sentarse en la casa de una y saber que el arma y el alma son de adorno.
Uniforme
Al salir de misa me fui corriendo a mi casa, aventé los zapatos blancos abajo de la cama y me puse mis botines. Ahí fue cuando me dije: desde hoy no habré de usar más que el uniforme de vaquera.
Creía yo que iba a vivir siempre en la Sierra, una siempre cree que las cosas se van a quedar como están. Sigo firme en lo dicho, aunque ahora viva a nivel del mar y tenga que ir al banco a cambiar mi cheque quincenal.