Crista Aun
Mucho se ha investigado y escrito sobre la minificción, de si es género o subgénero, de su historia, de cuál debe ser la longitud, características o requisitos; de qué escritores le dieron origen o cuáles, al día de hoy, son sus mejores exponentes. Autores como Susana Salim advierten destellos del género en la prosa breve de García Lorca y otros, como Lauro Zavala, catalogan a Julio Torri como el referente original de la minificción.
A esta se le puede juzgar de cualidades únicas o reconocerla por su naturaleza errática e intertextual. Sostener que la minificción es la escritura del próximo mileno o continuar, a pesar de que es un género literario surgido a principios del siglo xx, discutiendo sobre qué nomenclatura darle. Se llegue o no a un acuerdo en estos puntos, logremos o no encasillar a la minificción, fronteriza como es, dentro de reglamentos de fondo y forma, se puede asegurar que la minificción, género literario mordaz y lúdico por excelencia, busca, por sobre toda intención, incentivar en el lector un pensamiento reflexivo a raíz de su lectura; hágase énfasis en “lectura”.
En 2011, Ángel Acosta Bravo ya ponía especial atención en la basta diversidad de publicaciones ocupadas en difundir el género, así como en el auge que el mismo ha tenido en investigaciones, ediciones, encuentros, concursos y demás medios utilizados para fortalecer y promoverla. A la par de que Acosta Bravo advierte este fenómeno de popularidad, surge otro tema no menos relevante para el género: La ilustración cada vez más frecuente de la misma; suceso que indudablemente genera inquietud de análisis.
Si la minificción, al igual que todo buen texto literario requiere de un lector activo y de ser posible versado, que haga el texto suyo y lo interprete de maneras distintas, permitiendo que se toquen las fibras que “en el momento de la lectura estén más sensibles y susceptibles de guardarla en la memoria, ¿qué rol juega una ilustración a su lado?, aceptando que una imagen es contundente y puede decirlo todo. Sin el afán de demeritar una buena ilustración y todo lo que logra una imagen, la inquietud principal es descifrar si el ilustrar una minificción la enriquece o la agota.”
Dada la cualidad polisémica de la minificción, Zavala afirma que el indicio más seguro que se tiene para reconocerla, es la necesidad de releerla para descubrir las distintas formas mordaces que la construyen, permitiendo así que esta se enriquezca con cada relectura; a diferencia de un minicuento, cuya primicia se agota en una primera lectura, tenga o no ilustraciones. La minificción ofrece al lector, una diversidad de interpretaciones que, sujetas a una imagen pueden verse limitadas.
Es posible que un ejemplo práctico aporte claridad a la interrogante que motiva este análisis. Se invita a dar lectura a la siguiente minificción, escrita exclusivamente para este análisis y, si le es dado al lector, anote los distintos escenarios que construye a raíz de su lectura:
Gama de colores
El rojo de la rosas que recibió, fue idéntico
al tono bermejo que le escurrió por la nariz.
Francisca Noguerol dice que, en la imagen al igual que en la minificción, la intensidad y la condensación semántica resultan fundamentales. Si ambos medios de expresión son rotundos, cómo puede la minificción explotar todo su potencial si se encuentra sujeta a lo que encierra una imagen. Noguerol también afirma que una buena minificción brinda imágenes contundentes y que, acompañarla de una imagen, es agotarla con la redundancia.
La autora hace énfasis en que el componente simbólico es fundamental para los textos minificcionales basados en la sugerencia y que, como las imágenes, obligan al lector de participar de su interpretación para agotar todas sus lecturas.
Continuando con el ejemplo, analicemos qué sucede con la lectura de la misma minificción si esta aparece acompañada de una imagen.
Gama de colores
El rojo de la rosas que recibió, fue idéntico al tono bermejo que le escurrió por la nariz.
Reconoce el lector que lo dicho en la ilustración está entre las posibles imágenes mentales que tuvo con solo leer la minificción o advierte que la fiesta brava jamás atravesó por su imaginación; cabe reflexionar también en, si ahora, al ver la ilustración que acompaña el texto, considera que se encuentra sujeto a esta única posibilidad.
La minificción es en sí una imagen; apoyarla con una ilustración adjunta es como restarle crédito a la capacidad lectora de quien la lee y claro, a la pericia comunicativa y literaria que el género requiere.
Al igual que hace Noguerol hacia el final del análisis: Minificción e imagen: cuando la descripción gana la partida, donde externa el deseo de haber apuntado hacia el inmenso campo de posibilidades que abre el estudio de la relación entre minificción e imagen, así esta reflexión, cuyo principal objetivo es rescatar que la minificción es un género literario de cualidades especiales, cuya polisémica invita a la relectura para construir todas las posibilidades que encierra.
Si bien la ilustración literaria es una forma de arte que impacta en segundos y provoca que el mensaje quede grabado en la memoria, también la construcción de imágenes literarias logra dicho efecto. Bastidas Arango resalta que, a pesar de su brevedad, la minificción ofrece un alto grado de complejidad tanto en su producción como en la interpretación, convirtiéndose en un desafío intelectual para escritores así como para sus lectores.
A su vez, Sandro Centurión deja claro que el género no es el resultado de un escritor inexperto, sino que nace de un trabajo de filigrana que denota una pesquisa lingüística que le confiere un nuevo sentido a la frase, un trabajo de resignificación del lenguaje y por ende una mirada diferente de la realidad. La minificción, aún y cuando puede llegar a leerse en segundos, requiere de un trabajo exhaustivo en la selección exacta de las palabras, de una “pulcritud obsesiva, de creatividad y pericia. Si bien imagen y minificción pueden lograr una buena mancuerna en relación con la contundencia, al reunirlas, también pueden impedir que el lector realice su propio análisis de la obra.”
Afirmar que está mal ilustrar una minificción o que nunca se debería explicar con palabras una imagen, es tan absurdo como creer que se puede ser poseedor de una verdad absoluta; al final, será el lector quien decida si la imagen lo restringe o bien, le esclarece la lectura de un género tan singular como es la minificción.
Sin embargo, desde un tratamiento purista del género, es deber del escritor entregar una minificción impecable, cargada de imágenes, símbolos y lecturas, al igual que será trabajo del lector interpretarla y releerla, no porque no la comprenda en una primera instancia, sino para que la construya desde su imaginario, para permitir que la cualidad lúdica e irónica lo lleve por terrenos inesperados, para que el giro que suelen sugerir los finales fortuitos y sorpresivos, lo enfrente con la otredad, con ideas nuevas, reflexivas, críticas e incluso, confrontativas con sus posibles prejuicios o expectativas.
- Susana Salim (2011). “Federico García Lorca. En el camino estético del microrrelato moderno”. En: Ángel Acosta Bravo. Ensayos de minificción, México: unam, pp. 9-33.
- Lauro Zavala (2007). “De la teoría literaria a la minificción posmoderna”. Ciências Sociais Unisinos, 43(1) (Fecha de consulta 28 de agosto de 2019). Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=938/93843109
- Ángel Acosta Bravo (2011). “Panorama extraliterario sobre el minicuento en los últimos veinte años (1988-2008) en México y otros países hispanohablantes”. En: Á. Acosta Bravo, ed., Ensayos de minificción, México: unam, pp. 79-95.
- Lauro Zavala (2007). “De la teoría literaria a la minificción posmoderna”. Ciências Sociais Unisinos, 43(1). (Fecha de consulta 28 de agosto de 2019. Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=938/93843109
- “Gama de colores”, escrita por Crista Aun para servir como ejemplo exclusivo de este ensayo.
- Francisca Noguerol (2008). “Minificción e imagen: cuando la descripción gana la partida”. [ebook] Palencia: Menoscuarto, pp. 183-206. Disponible en: https://shorturl.at/fBNR1 (Fecha de consulta 26 de agosto de 2019).
- Microsoft Creative Commons. (2017). Torero. (Imagen) Disponible en: https://shorturl.at/cqTX5 (Fecha de consulta 29 de agosto de 2019).
Referencias bibliográficas
BASTIDAS Arango, L. (n.d.). “La minificción, un fenómeno de la brevedad que requiere muchas palabras”. [ebook] Medellín: Luis Fernando Bastidas Arango, pp. 1-26. Disponible en: https://core.ac.uk/download/pdf/47239442.pdf (Fecha de consulta 21 de agosto de 2019).
CENTURIÓN, Sandro (2007). El valor pedagógico de las minificciones. Disponible en: http://articuloss.blogspot.com/2007/11/el-valor-pedaggico-de-las-minificciones.html (Fecha de Consulta 15 de agosto de 2019).
Microsoft Creative Commons. (2017). Torero. (Imagen) Disponible en: http://3082&syslcid=2058&uilcid=3082&app=0&ver=15&tl=2&build=15.0.5153&searchtype=Image&cfd=0&moss=0&ins=1&albm=0&eurl=0&msel=1&sl=all&pi=1&mt=0&dontforcehomeurl=1&setLang=es-ES&cw=695&ch=408&cp=bing&q=mujeres+boxeando&correlationId=536341ac-4b32-4a85-b21f-fa8acd5f3590&comcall=1&mkt=es-MX (Fecha de consulta 29 de agosto de 2019).
NOGUEROL, F. (2008). Minificción e imagen: cuando la descripción gana la partida. (ebook) Palencia: Menoscuarto, pp. 183-206. Disponible en: https://www.researchgate.net/publication/39698266_Minificcion_e_imagen_cuando_la_descripcion_gana_la_partida (Fecha de consulta 26 de agosto de 2019).
SALIM, Susana (2011). Federico García Lorca. En el camino estético del microrrelato moderno. En: Á. Acosta Bravo, ed., Ensayos de minificción, México: unam, pp. 9-33.
ZAVALA, Lauro (2007). De la teoría literaria a la minificción posmoderna. Ciências Sociais Unisinos, 43(1), undefined-undefined. issn: 1519-7050. Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=938/93843109 (Fecha de consulta 28 de agosto de 2019).