La risa del mandril

Por: Miguel Ángel Rodríguez

Un hilarante mandril atento me mira 

hace siglos que aprendí a vivir 

el revoltoso desasosiego,

el moco agrio de su hocico azul y rojo,

el temblor de su equívoca sonrisa complaciente

alrededor de mi vida.

Con la gracia gimnasta 

de otros monos trepadores de su especie

goza en hacer malabares 

con mis entendederas.

El escuálido poeta de Lisboa aparece

en el quicio de la tabaquería

prende su cigarro,

También me observa, fuma, 

se ilumina.

Como un mandril risueño se incorpora

para dejarme mudo 

y solo, 

como él poeta mismo,

con un rapero estribillo en la gargante: 

“Creo que creo en lo que creo que no creo.

“Creo que no creo en lo que creo que creo.”

Ora trepa por las cuerdas del viejo corazón  

ora da una machincuepa,

las nalgas coloradas al aire,

se suspende, 

como los colibríes,

 en el instante,

entre la plenitud del diástole

y el abismo del sístole

vocaliza la sonora canción enamorada

clama al cielo por la bella

nadie responde

solo el silencio oscuro de la nada existe.

ni de la noche.

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